martes, 14 de noviembre de 2023

ANTES DE QUE ME OLVIDE 6

 1 a 10 -1952-1962

Mendoza Navidades

BORRA-CHE-RAS


"La primera memoria que aflora, salvo aquella quimérica experiencia intrauterina, data de una Navidad, yo apenas un infante de seis años. 

La celebración anual tenía lugar en la vivienda de mi tío Paquito, aquel encargado de adquirir los fuegos artificiales que tanto fascinaban a la familia. Siempre sucedía lo mismo: al llegar, nos obsequiaba con un puñado de monedas, un ritual que anticipaba la mejor festividad del año. 

Todo el clan familiar irradiaba un gozo sincero por reunirse. La casa se llenaba de comestibles y bebidas, especialmente champagne, y allí estaban mis padres, mi abuelastra, la esposa de mi tío, su hermana, su madre y, si no me traiciona la memoria, algunos chocos revoloteando entre las piernas de los invitados.


La estructura de la vivienda se desplegaba con una entrada majestuosa y un extenso pasillo que desembocaba en un patio central. A la izquierda, una serie de habitaciones se conectaban entre sí, ofreciendo el trasfondo para múltiples conversaciones y travesuras. Dichas estancias convergían en una galería iluminada por la tenue luz de ventanas monumentales que garantizaban una atmósfera lúdica y acogedora.


Las preparaciones comenzaban temprano en la jornada. En un bullicio constante, se picoteaba comida, se compartían anécdotas y se proyectaba el festín venidero. El calor se tornaba agobiante, y la puerta de entrada permanecía entreabierta, invitando al barrio a unirse a nuestra celebración. 

Voces y risas llenaban el aire, y yo, en mi eterna curiosidad, me desplazaba por las mesas, degustando los restos de champagne que quedaban en las copas. Los tesoros del turrón y el pan de Navidad embellecían la mesa, y mientras exploraba, la risa de mi madre reverberaba.


 "Creo que este niño se ha pasado con el champagne", decía con ternura, a lo que yo, lleno de inocencia, respondía: "No, mamá", antes de seguir mi travesía por ese banquete repleto de sabores y destellos de vida.


Llegado el momento, mi tío asumió su papel de pirotécnico, repartiendo cohetes, encendiéndolos y lanzándolos al cielo como un niño más. 

Las mujeres, apostadas frente a las puertas de las habitaciones, presenciaban el espectáculo cuando, en un instante de inesperada belleza, una fulgurante llamarada de mil colores se materializó desde una pequeña altitud. 

Proveniente de la misma puerta de entrada de la casa, la centella se dirigió hacia el costado de mi madre, quien ocupaba el primer asiento de la fila.


El estallido fue inminente: saltos, gritos y carreras se apoderaron de la escena. Mi tío, furioso, se dirigió al umbral de la casa, dispuesto a enfrentar a los vecinos de enfrente, culpables de haber dirigido ese proyectil de fuegos artificiales hacia nuestro hogar, en lugar de hacia el firmamento."


Ricardo Costa  La Neuveville 2023