domingo, 12 de agosto de 2012

El carozo del damasco

El verano ya había llegado , con muchos grados de temperatura , era la época especial para la siesta de los mayores, nosotros debíamos cumplir con este espacio de descanso pero , en cuanto podíamos nos escapábamos en silencio a disfrutar del horario de mas sol.
Era también la época de los damascos , así que los árboles rebosaban de esta fruta, y nosotros nos sentábamos a la sombra de ellos a degustarlos con la tranquilidad y el silencio de la hora.
El fin en si no era comer damascos, , lo interesante de esas siestas era encontrar el carozo mas grande.
Luego como un simple ritual que se daba solo en esta época del año, empezábamos a raspar un parte del carozo, sobre una piedra , tratando de hacer un pequeño agujero, que nos permitía ver la almendra amarga que guardaba en su interior , luego repetíamos la operación del otro lado.
Muy cerca estaban las plantas de espinillo que crecían de gran tamaño en la zona . Alguien iba a buscar de sus ramas unas largos pinches, que nos servían para ir extrayendo con paciencia la tierna almendra amarga.
Después soplando con fuerza extraíamos los últimos trozos que quedaban , todo esto se hacia con gran concentración y silencio.
A fin, poniendo estos carozos entre los dientes, el coro de pájaros empezaba a entonar su cancion de la siesta, que velaba el descanso de nuestros padres.