El carozo
del damasco
El verano ya había llegado ,
con muchos grados de temperatura , era la época especial para la siesta de los
mayores, nosotros debíamos cumplir con este espacio de descanso pero , en
cuanto podíamos nos escapábamos en silencio a disfrutar del horario de mas sol.
Era también la época de los
damascos , así que los árboles rebosaban de esta fruta, y nosotros nos sentábamos
a la sombra de ellos a degustarlos con la tranquilidad y el silencio de la
hora.
El fin en si no era comer
damascos, , lo interesante de esas siestas era encontrar el carozo mas grande.
Luego como un simple ritual
que se daba solo en esta época del año, empezábamos a raspar un parte del
carozo, sobre una piedra , tratando de hacer un pequeño agujero, que nos permitía
ver la almendra amarga que guardaba en su interior , luego repetíamos la
operación del otro lado.
Muy cerca estaban las
plantas de espinillo que crecían de gran tamaño en la zona . Alguien iba a
buscar de sus ramas unas largos pinches, que nos servían para ir extrayendo con
paciencia la tierna almendra amarga.
Después soplando con fuerza
extraíamos los últimos trozos que quedaban , todo esto se hacia con gran
concentración y silencio.
A fin, poniendo estos
carozos entre los dientes, el coro de pájaros empezaba a entonar su cancion de
la siesta, que velaba el descanso de nuestros padres.